HISTORIA DE RIVAS
FUENTE: DIARIO DE RIVAS
https://www.diarioderivas.es/vaciamadrid-reportaje-historia-memoria/
La última memoria de los pueblos olvidados (I): Vaciamadrid, el Real Sitio que fue y dejó de ser
por Enrique Villalba | 12/09/2019 | 0 Comentarios
Tras la celebración del sexagésimo aniversario del nacimiento del casco de Rivas Vaciamadrid, la urbanización que vio renacer al municipio, Diario de Rivas se ha propuesto rememorar la historia de los extintos pueblos de Vaciamadrid y Rivas de Jarama, a través de los escasos restos materiales que se han conservado y de la memoria de sus últimos moradores.
En 1845, el Estado autorizó la creación del pueblo de Rivas Vaciamadrid con la fusión de los pueblos de Vaciamadrid y Rivas de Jarama. El primero, con cuatro veces más suelo en su término que el segundo (aunque eran semejantes en población), había solicitado solo un año antes su segregación del pueblo de Vallecas, del que había sido tributario desde época medieval. La fusión no alteró su disposición en fincas de labor (fundamentalmente, en manos de grandes propietarios), aunque, como narra el cronista Agustín Sánchez Millán, sí permitió que se aumentara el regadío y, con él, se incrementaran los vecindarios. Ambas poblaciones funcionaban, no obstante, de forma casi autónoma entre sí.
Vaciamadrid, cuya toponimia es compleja (del árabe ‘Manzil Mayrit’ o ‘parador de la ciudad’ donde los caminantes se detenían en su viaje a la ciudad; o también del árabe ‘Fahs Mayrit’ o ‘campo de Madrid’, según los estudios profesionales de Jaime Oliver), había sido a partir de la Edad Moderna el espacio predominante del nuevo municipio. Situado al otro lado de la actual A-3, frente al actual casco histórico, en 1618, había recibido la cédula que lo convertía en villa. No obstante, el asentamiento era antiquísimo, como demuestran los numerosísimos restos prehistóricos de la zona que se conservan en el Museo de Los Orígenes de Madrid, a falta de un museo municipal propio de Rivas Vaciamadrid; y romanos bajoimperiales hallados, entre otros, por el equipo de arqueólogos del Instituto de Ciencias del Patrimonio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Incipit-CSIC), dirigidos por Alfredo González Ruibal, junto a la Casa de Doña Blanca. Este espacio, probablemente en funcionamiento desde época romana, tuvo durante mucho tiempo uso como posta ganadera, junto a la que había una hospedería de correos y caminantes denominada ‘El parador’, donde hoy se ubica la pasarela que comunica el antiguo pueblo con el nuevo casco histórico, comenta Juan José Castell, presidente de la Asociación de Vecinos del Casco Antiguo de Rivas Vaciamadrid, que fue a vivir muy joven tras emigrar desde Mejorada del Campo.
La ‘sartén’
Como decíamos, la Edad Moderna supuso su espaldarazo definitivo. La Corona quiso convertir el pueblo, entre los siglos XVI y XVIII, en la primera parada del Real Canal de Navegación, extensamente documentada por el Grupo de Investigadores del Parque Lineal del Manzanares, que pretendía hacer navegable el Tajo y unir Lisboa con Madrid. Según los más antiguos del lugar, se llegó a construir un apeadero y un graderío en un recodo del río que era conocido como ‘la sartén’, hoy posiblemente un montículo a escasos metros del pueblo. De hecho, Felipe II, que compró terrenos en el ámbito, hizo una travesía en chalupa hasta la zona para conocer la viabilidad del proyecto.
El ‘rey prudente’ encargó así mismo la construcción de un real sitio (en realidad, una residencia de caza con un jardín ortogonal, palomar, caballerizas, cuevas, tierras de labor y dehesas anexas para aprovechar los excelentes cotos que había en la zona y que servía de escala intermedia entre Madrid y Aranjuez, tal y como narra el historiador y profesor en Rivas, Santiago Rodríguez). Un cuadro ubicado en el dormitorio del rey del monasterio de San Lorenzo de El Escorial es la única imagen conocida de dicha construcción (cuentan las malas lenguas que algunos de los Austrias convirtieron la residencia de Vaciamadrid en espacio de encuentro con sus amantes), que, según cartografía conservada en la Biblioteca Nacional, ya había desaparecido a finales del siglo XVIII. Los incesantes cambios geológicos producidos en el espacio de los cortados, amén de la falta de planos o mapas que ubicaran el complejo, impiden conocer a ciencia cierta la ubicación que tuvo el complejo. No obstante, algunos de los vecinos más antiguos de Vaciamadrid, a través de la tradición oral del municipio, como Antonio López, que se crió en Vaciamadrid y vivió en los restos devastados del pueblo, ubican a unos centenares de metros del antiguo pueblo, en una zona de flora casi inaccesible, la residencia real (hipótesis que parece apoyar la cartografía histórica consultada por González Ruibal). De Vaciamadrid partió Felipe IV en 1642 para intentar recuperar Cataluña, que se había sublevado dos años antes el día del Corpus.
El primer marqués de Leganés, Diego Mesía Felípez de Guzmán y Dávila, recibió en 1634 la alcaldía de Vaciamadrid por obra y gracia del conde duque de Olivares, cargo consolidado a perpetuidad por Felipe IV en 1654. No obstante, en el siglo XVIII, el undécimo conde de Altamira y séptimo marqués de Leganés, Vicente Joaquín Osorio de Moscoso y Guzmán, tuvo que litigar con Madrid, Vallecas, Ribas del Jarama y los monjes de El Escorial para hacer valer sus derechos y ejercer acciones de deslinde y nulidad de amojonamientos de la población, tal y como muestran las ejecutorias del proceso judicial consultadas por este diario digital, ante el enorme interés que suscitaban las fértiles tierras de labor del pueblo, casi en ruinas (solo tenía seis habitantes en ese período, tal y como investigó el profesor Rodríguez). Esta familia contó con un palacete en el espacio cuyo terreno hoy ocupa el centro cultural municipal la Casa + Grande.